sábado, 12 de octubre de 2013

Carta Abierta a Agustín.

Desde que te conocí, entre nosotros siempre hubo cierta química, esa sensación de que tu temperamento y el mío encajan perfectamente, se complementan, porque vos sacas lo mejor de mí, y yo lo mejor de vos. Tengo que admitir que tuve un verano genial viviendo con vos, y como amigo sos una persona genial, con vos me reía y me divertía como con nadie más. Hasta que un día se nos ocurrió llegar a más, y esa amistad tan linda que teníamos se perdió. Tengo que admitir también que por ese lado me hipnotizas, y la atracción que teníamos no la tuve con nadie más. Fuiste único.
Pese a todo eso, me hiciste las mil y una. Me lastimaste, me usaste, me hiciste llorar sin importarte nada. No estuviste ahí cuando más te necesité, y últimamente me negabas esos abrazos que con tanta angustía te pedía. Pero aún así, desde ese día que te vi yéndote de casa, desde ese día que te vi con los ojitos rojos de tanto llorar, tengo el corazón roto. Porque una lágrima tuya me lastima más que mil lágrimas de las mías, aunque vos me las provoques. Siento como si en mi vida hubiese un espacio vacío sin vos, siento como si me fueras completamente imprecindible para respirar. Siento un vacío en casa desde que te fuiste, necesito ese hermano que me hacía reir y enojar al mismo tiempo, ese cómplice para hacerle maldades a Sergio. Necesito alguien con quien hablar, contarle todo. Nunca pensé que iba a decir esto pero hasta necesito alguien con quien pelear, quiero gritarte y pegarte como antes. En pocas palabras, te necesito a vos, y te extraño horrores. Por momentos como hermano, por momentos como algo más, pero la cuestión es que de una manera u otra, no puedo más sin vos. Y ver tu orgullo y el de tu papá ante todo me esta matando. Es una tortura el sólo pensar cómo te debés sentir, y más aún el saber que no tengo manera de comunicarme con vos, de hablarte, de preguntarte si hay algo en lo que te pueda ayudar para hacerte sentir mejor, aunque sea un mínimo abrazo. Porque cuando yo lloraba porque extrañaba mi familia, vos me abrazabas bien bien fuerte y me decías que me entendías, y que todo iba a dejar de doler. Y es por eso que yo ahora quiero hacer lo mismo, abrazarte fuerte y decirte que yo también me llevo pésimo con mi papá, que te entiendo más que nadie, y que no va a dejar de doler a menos que hagas algo al respecto.
Y después de todo esto acá estoy, llorando a mares por vos, como siempre, pero solo que esta vez no lo hago de dolor, o de odio, sino que lo hago de puro amor y cariño. Definitivamente te siento como un hermano, Agustín. Te adoro como a un hermano, y podés contar conmigo siempre, tal como si yo fuera tu hermana.