jueves, 2 de julio de 2015

We used to be inseparable, I used to think I was irreplaceable♪

Hay muchas noches, como ésta, en las que no me puedo dormir por pensar, especialmente en vos, en mí, en lo nuestro. En cómo una persona que fue tan importante para mí es ahora un desconocido, alguien a quien no reconozco.
Pero, de todas formas, no me sorprendió que hayamos terminado. Desde el instante en que me propusiste que volvamos a intentar estar juntos sabía que lo nuestro estaba irremediablemente destinado a no ser. Lo que me sorprendió fue la forma en la que terminamos. Siempre pensé que éramos incondicionales, que siempre íbamos a estar el uno para el otro. Pensé que yo era irremplazable en tu vida como vos lo eras en la mía. Pensé que eras una buena persona, que más allá de lo que puedas o no cambiar con el tiempo, siempre ibas a mantener tu esencia, tu buen corazón. Ahora pienso que pensé demasiado, y mal.
Ahora me arrepiento de haber aceptado volver con vos, de haberme arriesgado, de haberme animado a jugarme el corazón y dejarme enamorar. Me permití pensar que lo nuestro era para siempre, y ese fue mi error. La vida me enseñó ya muchas veces que nada dura para siempre. Ni siquiera vos.
Ahora estoy sola, de madrugada y a oscuras, intentando armar el rompecabezas que hiciste con los pedacitos de mi confianza y mi amor. Y me va a costar mucho armarlo,  me va a costar recomponer lo que alguna vez fui. Porque confié en vos como nunca podría haberlo hecho con nadie, y me fallaste como nunca podría haberlo hecho nadie.
Y ahora, todos los días, cuando paso por la esquina de tu casa en el colectivo, cierro los ojos. Los cierro porque me da miedo la posibilidad de encontrarte, algún día, de la mano de ella ahí, en esa esquina, en la parada, donde nosotros caminábamos juntos, ahí donde peleábamos y nos reconciliábamos en minutos. Donde te llenaba de gritos, de reclamos y de besos. No podría soportarlo, no podría aguantar el sentirme reemplazada por ella.  Hay muchas noches, como ésta, en las que no me puedo dormir por pensar, y por recordar tus estados que me dicen, casi con tono burlón, que ella efectivamente me reemplazó y que estás feliz por ello.
Ella que conociste a veinte mil kilómetros de distancia de mí, ella que tiene todo lo que no tengo yo. Ella que no es inmadura, impulsiva, infantil, irracional, y todos los “defectos” que me marcabas una y otra vez. Ella que hizo que te vuelvas distante y frívolo conmigo, ella que te hizo decidir que yo ya no tenía derecho a un lugar en tu vida. Ella que me sacó lo que más apreciaba en la vida: me sacó a mi mejor amigo. No, no importa si me sacó a mi novio, si me dejó sin besos o abrazos. Importa que me sacó el apoyo incondicional, me sacó ese salvavidas que me ayudaba si me estaba ahogando. Ahora, por la culpa de ella, tengo que aprender a nadar.
Al principio me sentí ajena a mi cuerpo. Hacía semanas que no sabía nada de vos, y que me hayas confesado, a diez mil cuatrocientos kilómetros de mí, que había alguien más, me hizo sentir en un sueño. Como si fuese una película y yo no fuese parte de ella, como si sólo fuese la espectadora. Y sentía pena por la pobre y estúpida protagonista, sentada sola en su cama, con la videollamada en su computadora y su rímel recién puesto desparramado por toda la cara. Se estuvo arreglando cuarenta minutos, a las tres de la mañana de un día de semana, para ver a su novio en una pantalla y que él le confiese que se fijó en alguien más. Hasta que caí en la cuenta de que yo era la pobre estúpida, y el sentimiento de ser traicionada fue tan grande y tan fuerte, que pensé que me estaba matando.
Y nunca pude perdonarte, y jamás podría. Porque me sentí una idiota, porque me perseguiste por años diciendo estar enamorado de mí e intentando enamorarme. Y cuando lo conseguiste, cuando yo moría de amor, cuando me convencí de querer pasar mi vida entera con vos, me soltaste la mano. ¿Cómo se vuelve de eso? No se puede, no se pudo. Hay muchas noches, como ésta, en las que no me puedo dormir por pensar, por desear con todas mis fuerzas volver el tiempo atrás y no haberte dejado ir a ese viaje.
Y por último, tengo que decir que es una lástima. Es una lástima que alguien como vos, tan buena persona, tan incondicional, se haya vuelto tan frío y odioso. Es una lástima que hayas pasado de vivir por y para mí, a que no te importe si estoy viva o muerta, a que te dé igual si te necesito o no. Es una lástima que no hayamos sido lo que se suponía que estábamos destinados a ser. Es una lástima que hayamos terminado así de mal. Y es una lástima que me hayas metido los cuernos y te hayas arrepentido después. Una lástima que Agustín me haya hecho sentir más querida en cuarenta minutos y sin ser mi novio de lo que vos lo hiciste en ocho meses estando juntos.
De todas formas, no veo como una lástima el que yo te haya metido los cuernos y que al día de hoy no me arrepienta ni un poquito. Ni tampoco veo como una lástima el darme cuenta que no quiero volver a saber de vos ni de tu vida. Porque a hijo de puta, hija de puta y medio.

Hay muchas noches, como ésta, en las que no me puedo dormir por pensar, por extrañarte. Pero por suerte me acuerdo de cómo era realmente ser tuya, y se me pasa. Así que ahora que me agarró sueño me voy a dormir. Buenas noches.